Biografía

Unos ojos negros combinan perfectamente con su cabello y bigotes de tonalidad azabache. Siempre vestido de traje y corbata, con mirada profunda, hizo gala en vida de grandes dotes en el campo de la medicina, destacándose por ofrecer un abnegado servicio a los más necesitados. José Gregorio Hernández, se presenta hoy en día como venerable, título concedido por El Vaticano en el año 1985. Al parecer, su interés por la curación ha trascendido hasta después de su muerte, pues éste es un paso previo antes de la beatificación.
Actualmente existen numerosos testimonios de personas que aseguran haber sido curadas por el Doctor José Gregorio Hernández. Muchos de éstos, coinciden en que los milagros son realizados en momentos oníricos del paciente. Durante el sueño, ocurren cirugías y todo tipo de curas mágicas que cada día agregan más devotos a este Trujillano, nacido el 25 de octubre de 1864, en la localidad de Isnotú.

Desde su repentina muerte, ha generado un culto alrededor de su personalidad, que ha llevado inclusive a que en 1949 El Vaticano comenzara su proceso de canonización. Durante su vida, se vio muy ligado a la religión católica, no sólo por sus inclinaciones humanitarias y en pro de los desvalidos, sino por sus repetidos intentos por convertirse en sacerdote. Este deseo no se materializó por motivos de salud. Sin embargo, permaneció durante diez meses, en 1908, en la Cartuja de Lucca (Italia), donde intentó llevar una vida monástica, que los cuarenta y cuatro kilos de peso de su cuerpo no resistieron. Luego en 1909 ingresó al seminario "Santa Rosa de Lima” en Venezuela, el cual abandona para hacer su último intento por pertenecer a una congregación. Regresa a Italia, en 1913, para ingresar en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma y continuar la carrera en el monasterio, que una vez más debió dejar inconclusa para volver a Venezuela y protegerse de una afección pulmonar.


Su vida profesional en la ciudad de Caracas la inició en La Pastora, en donde residía y ayudaba a todo el que a él acudía en búsqueda de sanación. Vivió en la capital venezolana desde los 13 años, cuando dejó su Trujillo natal para formar parte de los estudiantes del Colegio Villegas, en el que obtendría el título de Bachiller en Filosofía. Desde allí comenzó a destacarse hasta ingresar en la Facultad de de Medicina de la Universidad Central de Venezuela.
Los éxitos académicos prosiguieron y el joven José Gregorio lograría incluso captar la atención del entonces Presidente de la República, Juan Pablo Rojas Paúl, quien lo envía a la Universidad de París para que desarrolle estudios en la especialidad de Microscopia, Histología Normal, Patología y Fisiología Experimental. De esta forma, se convierte en un asiduo visitante y profesional en el laboratorio del doctor Charles Richet y del Dr. Strauss. Es aquí donde recibe la orden para la compra de todos los instrumentos necesarios para la creación de un laboratorio de fisiología experimental, que se establecería en el Hospital Vargas de Caracas. Encomienda que cumpliría a cabalidad, convirtiéndose, además, en el encargado de transmitir los conocimientos adquiridos a los alumnos de la Universidad Central de Venezuela, así pasa a ser catedrático de ésta.


En su estancia por Francia muere su padre, Benigno Hernández, de quien se dice, heredó el carácter y la rectitud. Los bienes que le quedaron como herencia, se los entregó por completo a sus sobrinos, los hijos de su hermana Sofía con Temístocles Carvallo, pues su madre ya había fallecido, cuando él tenía sólo ocho años.

Poco a poco, la fama del Doctor José Gregorio Hernández se regó por toda Caracas, llegando a tener una clientela muy extensa, proveniente de diversos estratos de la sociedad. Los modernos métodos que utilizaba, le valieron méritos que jamás le hicieron desvirtuar su misión caritativa, loable y generosa.
El 29 de junio de 1919, José Gregorio Hernández iniciaba su rutina dominguera de atender a los vecinos enfermos. La última en ser atendida fue una anciana de escasos recursos, a la que decidió ir a comprarle las medicinas, sin imaginarse que al salir de la farmacia de la esquina de Amadores y Uparal sería arrollado por un carro que terminaría con su vida.
Los trámites para que sea beatificado por El Vaticano aún continúan y aunque todavía no hay veredicto definitivo, él ya es considerado Santo por gran parte de los venezolanos, al tiempo que se siguen sumando milagros a este doctor, que indiscutiblemente enriqueció la medicina de la tierra que lo vio nacer.